Son muy utilizados en algunos alimentos con el fin de reemplazar al azúcar y así evitar que las personas engorden, pero pueden causar el efecto contrario al que se busca. Es decir, en lugar de ayudar a perder peso, los edulcorantes provocan, más bien, un aumento. ¿Por qué? La nutricionista argentina, Elba Albertinazzi, lo explica en detalle en un artículo publicado en el sitio clarin.com.
Según la experta, endulzantes y edulcorantes tienen sabor dulce, pero la diferencia entre ellos es que “los edulcorantes son sustancias sintéticas (sacarina, ciclamato, aspartame) o naturales, pero modificadas por la industria (sucralosa, jarabe de maíz de alta fructosa o JMAF). Así, poseen hasta mil veces la capacidad de dar sabor dulce, pero no pueden incorporarse al organismo para ser metabolizados y proporcionar la energía que necesita”.
“Los endulzantes, en cambio, son de origen natural y, si bien hay algunos que no contienen calorías, sólo sabor dulce, como la Stevia, no producen problemas en la salud”, agrega.
De acuerdo con sus palabras, “la aparición de los edulcorantes incorporados a los alimentos y bebidas de uso diario son acusados, y con mucha razón, de ser la mayor causa de la epidemia de enfermedades metabólicas de la población occidental”.
Esto, según Albertinazzi, fue comprobado en una investigación de la Universidad de Purdue (EE.UU.), efectuada en 2008, en la que se concluyó que los edulcorantes, al ser moléculas químicas, no pueden producir energía (a diferencia del azúcar o los endulzantes naturales) y, por lo tanto, se produce una alteración metabólica en el organismo.
“La tesis de este trabajo es que las personas que se alimentan con comidas o bebidas que contienen edulcorantes pueden estar en mayor riesgo de obesidad que aquellos que usan azúcar normalmente”, dice la experta.
“Para demostrar esto, los investigadores del estudio siguieron la evolución de ratones alimentados con yogures endulzados con sacarina u otros edulcorantes y encontraron que éstos fueron los que consumieron más comida y más calorías, e incrementaron más su tejido adiposo en comparación con los que comieron el mismo producto con azúcar”, explica.
Según aclara, ante un sabor dulce, el organismo “piensa” en recibir energía, ya que históricamente la ecuación era azúcar (sabor dulce) = glucosa = energía. Sin embargo, al no poder obtenerla, porque es una molécula no metabolizable, comienza a buscarla en otros alimentos. “Entonces, se come más, pero, generalmente, alimentos con edulcorantes, lo que transforma la alimentación en un círculo vicioso, que lleva al final a lo que queremos evitar, el aumento de peso y de grasas en el organismo, y la imposibilidad de cumplir con las dietas recomendadas”.
¿Qué hacer?
La nutricionista entrega los siguientes consejos:
-Eliminar los edulcorantes de la alimentación.
-Recurrir a fuentes naturales de glucosa asociada a las fibras, como el azúcar integral o mascabo (que se extrae de la caña de azúcar), o a azúcar orgánica para las infusiones o preparaciones culinarias.
-También se puede utilizar las frutas desecadas: damascos, duraznos, ciruelas, pasas, dejándolas simplemente en remojo en un poco de agua natural durante media a una hora, para luego usar el agua para tomar, y/o comer las frutas blandas masticándolas bien.
-Una buena opción para lograr el sabor dulce es la Stevia, que se extrae de la planta Stevia rebaudianna y es un endulzante natural, que no posee calorías.
-Por último, hacer una alimentación equilibrada, aumentar los vegetales, cereales integrales y legumbres, incorporando fibras naturales, que colaboran en la absorción de los azúcares y contribuyen a mejorar el metabolismo por su riqueza en vitaminas y minerales.
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